Aunque estemos en tiempos de Sodoma, seguiremos predicando acerca de la pureza. La “bella virtù”; así llamaba San Juan Bosco a la hermosísima virtud angélica; aquélla que nos hace semejantes a los ángeles del Cielo y que, si nos mantenemos firmes, nos hará ver al mismo Dios verdadero (Mt 5,8). Es Ella: la virtud tan amada y tan buscada una hermosa damisela que tantos dolores de cabeza nos ha dado (y sigue dando) para adquirirla y mantenerla; es, en fin, una Dama hermosa que quiere de nosotros el combate singular contra el mundo (y el Príncipe de este mundo), sus tentaciones y seducciones.
Entre tantos escritores y tantas cosas hermosas que se han dicho hay un santo que se destaca por su especial ternura y predilección; este fue San Juan Bosco, el patrono de la juventud; su vida y su ejemplo están impregnados de anécdotas, sueños y enseñanzas acerca de la pureza, de allí que hayamos querido ir sonsacando de entre sus discursos y correrías lo que más nos pueda servir para alcanzar y difundir la bella virtù.
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